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domingo, 21 de abril de 2013

Maquillaje para el recuerdo



Según  estudios sobre la memoria, (Martin Conwell), muchos de nuestros recuerdos no son reales, están tergiversados o simplemente inventados a partir de algo que hemos visto, oído, o  de experiencias ajenas que nos han contado.

El caso es que da igual, porque reales o no, esos recuerdos están ahí, formando parte de nuestra identidad, de quien creemos que somos.

Esto nos da pié para sentirnos más libres a la hora de seleccionar cuáles de nuestros recuerdos queremos potenciar y cuáles queremos “maquillar”, o como decimos en programación neurolingüística, “redecorar”.


Sabemos que modificando la percepción de un recuerdo (modificando algo tan insustancial como nuestra posición relativa respecto a otra persona, el sonido de fondo de la situación o eliminando el color de la imagen y dejándola en blanco y negro), las emociones ligadas a esos recuerdos también varían, se intensifican o debilitan en función de cuáles hayan sido las modificaciones. Esto tiene una consecuencia inmediata a la hora de rebajar el nivel de sufrimiento en los recuerdos dolorosos, pero también tiene importantes consecuencias en nuestros comportamientos futuros, pues como decía,  nuestra identidad está formada entre otras cosas por  nuestros recuerdos.

Mediante el trabajo con los recuerdos somos capaces de predisponernos a un futuro mejor, elegido, consciente, no limitado por automatismos que proceden del pasado.

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