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viernes, 31 de agosto de 2012

Compromiso

Cuando hacemos el curso de relajación siempre les digo a las personas que  quieren aprender a relajarse que para que esto funcione hay que practicarlo. Es como si quisiéramos participar en una maratón; no vale con saber que hay que calentar los músculos antes de la carrera,  reservar las fuerzas  al principio, motivarse especialmente durante los kilómetros 25 a 35,  y dar el máximo en el último tramo. Todo esto es la teoría, pero de nada nos sirve si no lo hemos practicado. Necesitamos entrenarnos durante meses para poder alcanzar la meta.

El control de nuestro cuerpo y nuestra mente no es algo que se aprenda únicamente recibiendo una información. El aprendizaje requiere práctica y entrenamiento diario, y sólo de esta manera logramos incorporar esta nueva habilidad  a nuestra vida cotidiana.
De entrada puede parecernos que es más costoso dedicarle un tiempo a la relajación que sentarnos a ver la tele con el mando en la mano y la cabeza en “stand by”. Es cierto que hay una inercia que tiende a inhibir cualquier iniciativa que nos arranque de nuestras rutinas, pero yo cuento con que quien acude a un curso de relajación es porque desea aumentar su nivel de bienestar y por eso siempre  pido que las personas se den un plazo, que contraigan consigo mismos el compromiso de practicar el método durante al menos el tiempo que dure el curso.
 Este tiempo es suficiente como para darse cuenta de que  practicar la relajación no es una labor penosa que implica un  esfuerzo,  sino que es una fuente de bienestar inagotable a la se puede recurrir siempre que se desee.

Puede que a partir de entonces, en vez de considerar que se renuncia a algo para practicar la relajación, el practicante desee incrementar la frecuencia de esas vistas a su “zona de calma”, para enriquecerse con el bienestar que la práctica produce.