Un súbito dolor de estómago y no has comido nada especialmente fuerte, palpitaciones y no has hecho esfuerzo físico, dolor de cabeza sin haber forzado la vista, ni golpearte…Te preguntas ¿por qué me pasa esto?
Estamos acostumbrados
a buscar las razones de nuestro malestar en causas físicas externas a nosotros,
buscamos fuera lo que tenemos dentro.
Quizá podamos hacer un pequeño esfuerzo de
“rebobinar” hasta el momento anterior a empezar a sentirnos mal. ¿Qué estaba
haciendo yo? ¿Qué pensamientos atravesaron mi mente? ¿Qué recuerdos emergieron
al ver una imagen tristemente familiar, al oír una melodía que nos resulta melancólica
o el ruido de una sirena? ¿Qué negras previsiones
de futuro se han encadenado a un determinado hecho, o a una opinión escuchada?
Especialmente
intensos son los recuerdos que desencadenan los olores, agradables como el
perfume que nos recuerda a una persona
querida, o desagradables como el olor a freno quemado si nos recuerda una situación
de peligro.
Cada uno de
los estímulos que recibimos del exterior desencadena una serie de pensamientos,
unas veces agradables y otras desagradables, unas veces hacia el pasado y otras
hacia el futuro y si no somos conscientes de ello, entonces somos víctimas, y
nos vemos vapuleados por los acontecimientos que a nuestro alrededor,
simplemente, ocurren.