Pues
parece ser que nuestra tendencia a
fijarnos en lo negativo es un rasgo evolutivo consecuencia de nuestro
recorrido hasta nuestros días como supervivientes de un mundo lleno de amenazas que nuestro sistema de
supervivencia ha tenido
que aprender a detectar y enfrentarse.
Es
decir, somos descendientes de aquellos que antes de instalarse en una
nueva cueva acechaban la entrada con paciencia, para asegurarse de
que no estaba habitada por un depredador, o que durante el verano
recogían y guardaban semillas, frutos o carne seca en previsión
para el invierno...Aquellos que no se “pre-ocuparon” de asegurarse su
propia subsistencia para el invierno, cuando la caza era difícil y no
había frutos que recoger, o los que no se anticiparon a protegerse de la posible visita de un depredador, tuvieron menos probabilidad de vivir lo
suficiente como para reproducirse y cuidar de su progenie.
Los más miedosos, los más preocupadizos, los más previsores fueron los que tuvieron más posibilidades de sobrevivir...
Los más miedosos, los más preocupadizos, los más previsores fueron los que tuvieron más posibilidades de sobrevivir...
Así
que no podemos extrañarnos de que en nuestra manera de enfrentarnos
a la vida, haya siempre ese filtro, esa búsqueda de las posibles
amenazas que se esconden, y cuya detección nos permite estar
prevenidos.
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