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martes, 4 de diciembre de 2018

Automaltrato


Hay para mí una premisa que es una imprescindible guía para la vida: “No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”.  Pero hay otra tan importante como ésta y que suelo tener menos presente:  “No te hagas a ti lo que no le harías a los demás”
En muchas ocasiones somos más exigentes, más inflexibles y más críticos con nosotros mismos de lo que nunca seríamos con otras personas, y a menudo se nos pasa desapercibido este maltrato,  ya que aparece disfrazado de excelencia, eficacia, responsabilidad, celo, o lealtad.
Cuando nos exigimos a nosotros mismos más de los que exigiríamos a los demás, reprochándonos las faltas, señalando  los errores hasta la crueldad, o agraviándonos en comparaciones con los que son mejores que nosotros, no conseguimos ser más eficaces sino menos. Hundidos en la miseria siempre seremos menos brillantes.
Tampoco estamos siendo más responsables, sino por el contrario, más irresponsables con nuestra integridad como personas y con nuestro bienestar. Y  mucho menos estamos siendo leales a nuestros ideales, porque siendo desleales con nosotros mismos nos alejamos de nuestros verdaderos propósitos.
Tratarnos con cariño tras los errores nos permite volver a intentarlo sin miedo, tener la mente lo suficientemente clara como sacar aprendizajes,  y poner en marcha todas nuestras habilidades para hacerlo mejor.

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