Cuando las personas trabajan en
profesiones en las ven a diario el sufrimiento de otras personas es
fácil que se impliquen emocionalmente, y que como consecuencia
sufran ansiedad.
La reacción natural ante esto es
autoprotegerse de este sufrimiento, y a veces esa autoprotección se
traduce en una deshumanización de la persona, que se impide a si
misma experimentar emociones, y utiliza un prisma especial para mirar
a través de él, que convierte al resto de seres humanos en
entidades igualmente despersonalizadas.
En este caso la persona, lejos de
beneficiarse de este mecanismo de protección se perjudica, ya que
hay una parte de sí misma que desprecia esa manera deficiente de
desenvolverse/cumplir con su trabajo (por algo su tendencia primera
era implicarse ) y esto contribuye a que baje su autoestima y tenga
un sentimiento de baja realización personal.
¿Es inevitable caer en este desempeño
frío e impersonal?
No. Cuando la persona aprende a
desconectar de una manera eficaz va a ser capaz de no perder de vista
su propio cuidado y afrontar su trabajo cada día desde la
profesionalidad y la compasión, pero de un modo protegido, sin
perder de vista que ningún sufrimiento por su parte va a mejorar la
situación de las personas a las que pretende ayudar.
Hacer pequeñas pausas de calidad, varias veces al día en las que
detenerse a relajar el cuerpo y la mente rebaja activamente los
niveles de ansiedad y va a hacer posible una perspectiva distinta,
desde la que aceptar cada día que, aunque no te es posible
solucionar todos los males del mundo, lo que ha estado en tu mano, ha
sido hecho con la mejor voluntad.
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