A veces, esta sensación está basada en un desequilibrio real, ya que a menudo hacemos
previsiones demasiado optimistas, basándonos en el ideal, (en lo que nos
gustaría), y no en datos más objetivos,
como la experiencia en tareas similares, la estimación en base a subtareas o contemplar
posibles imprevistos.
Otras veces el desfase no está en las tareas sino en nuestra
eficacia, que está mermada por la continua irrupción
de pensamientos que interceptan nuestros procesos mentales y rompen nuestra
concentración. Una mente entrenada
en atender al momento presente, y fortalecida con herramientas que nos permitan
crear “burbujas“ para enfocarnos en lo que decidimos enfocarnos, puede ser de
gran ayuda.
En algunos casos, la interrupción no se limita a romper la
concentración sino que llegamos a interrumpir la propia tarea en curso, para
atender a una nueva tarea. Esto ocurre cuando nos asaltan pensamientos sobre el
resto de actividades que no estamos haciendo en el momento y que consideramos
que deberíamos hacer, y sentimos el
impulso de cambiar de una a otra repetidamente, sin acabar ninguna de ellas
y avanzando en paralelo. En este caso, establecer
prioridades, mediante técnicas de matrices Urgente/Importante, o asignación
de valoraciones por otros métodos, puede ayudarnos a no dejarnos por el camino
ese tiempo que se necesita para reajustar el enfoque cada vez que hay un cambio
de labor.
En cualquiera de los casos es la sensación de no poder afrontar las tareas lo que genera el estrés y nos induce a forzar la máquina
por encima de nuestras posibilidades, o nos conduce a la ansiedad, un estado desagradable,
de alerta permanente en el que la mente se enfoca en revisar los peores
escenarios posibles.
Esta es la razón por la que, junto con Patricia Palomar Recio,
especialista en gestión del tiempo, hemos creado el programa de Gestión del Tiempo y el Estrés, que
impartimos en distintos formatos.
La próxima edición
será un taller de media jornada que celebramos el sabádo 5 de octubre. Más info
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