Al igual que durante el sueño pasamos
por distintas fases caracterizadas por determinados ritmos
cerebrales, durante el día en nuestro cerebro se alternan fases de
mayor atención y concentración, con fases de descanso.
Estas fases de descanso se corresponden
con esos momentos en que a veces nos quedamos absortos, ensimismados
o nos notamos con menos energía para hacer cosas, y suelen tener
lugar aproximadamente cada 90 minutos.
Es importante respetar esos ritmos, y
normalmente lo hacemos con las pausas para café en los trabajos o
los recreos en los colegios. Sin embargo, cuando estamos muy ocupados
y queremos sacar trabajo de forma eficiente, paradójicamente solemos
saltarnos estas pausas, sin darnos cuenta de que en vez de mejorar el
rendimiento, lo que hacemos es empeorarlo, además de producirnos un
enorme desgaste.
Una buena manera de cuidarse es
utilizar el temporizador del teléfono para recordarnos hacer pausas y dedicar esos 5 ó 10 minutos
de descanso a cosas tan simples como cerrar los ojos y notar la
respiración, mirar por la ventana y observar el movimiento de las
nubes, o deambular sintiendo en tus pies cada pisada.
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