En el contexto de las redes
sociales es especialmente evidente cómo nuestra naturaleza es social.
Tener un gran número de amigos,
establecer diálogos públicos, o recibir muestras de afecto en los cumpleaños, generan
alta autoestima, mejora el concepto que tenemos de nosotros mismos: “Si tengo
muchos amigos debe ser porque soy buen@”, ”Si se toman la molestia de felicitarme
es que soy merecedor/a de atención”, etc.
Pero ¿Por qué es importante todo
esto para nuestro bienestar interno? Es, una vez más, nuestra historia
evolutiva la que nos da la clave.
¿Quién podría sobrevivir hace miles de años sin
formar parte de un grupo? Ser aceptado era una cuestión de supervivencia, y
nuestro cerebro se ha ido adaptando para conseguir esa habilidad de vivir en grupo
y ser socialmente aceptado.
Quizá este conocimiento nos sirva
para relativizar el malestar cuando las cosas no son como queremos. Si en un
grupo social, un comentario tuyo es ignorado o rechazado y eso te genera
malestar puedes recordar que no existe ninguna amenaza física real para ti en
ese hecho, y que el malestar procede de ese impulso ancestral de pertenecer y
ser aceptado en el grupo.
Volvemos a encontrarnos con el hecho de que está en nuestra mano elegir cómo nos sentimos, ya que frente al mismo hecho podemos dar
distintas interpretaciones, y son esas interpretaciones
las que nos hacen sentirnos felices o infelices.
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Veíamos en ¿Por
qué pensamos casi siempre en lo peor? cómo también es nuestro pasado lo que nos marca
en este sentido
Hablábamos también de la libertad de interpretar la realidad
en ¿quien
tiene el poder de elegir?
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