Uno de los inconvenientes de andar por la vida “como pollo sin cabeza” es que no ponemos atención en los automatismos. No nos damos cuenta de a qué obedecen determinados pensamientos o conductas, porque mientras nuestra mente consciente está en otro lugar, o en otro tiempo, nuestra mente inconsciente nos hace actuar de una forma determinada, dirigida por estereotipos, creencias o rutinas que tal vez no sean las más adecuadas en todas las situaciones. Por eso, desde el mindfulness se hace hincapié en la necesidad de estar presente.
Como muestra de la influencia de tantos factores a nuestro
alrededor de los que no somos conscientes, hay un curioso estudio en el que se
solicitó a un grupo de personas realizar una serie de tareas manejando
conceptos relativos a la vejez, (palabras como arrugas, testarudo o jubilado).
En un análisis inmediatamente posterior se comprobó que estas personas ¡caminaban
más lentamente que antes del ejercicio!
Por otra parte, todos sabemos que también nuestro propio estado de ánimo en un momento
determinado influye a la hora de pensar o tomar decisiones y sólo si somos
conscientes de que esto ocurre podemos liberarnos de esa influencia.
La práctica meditativa nos ayuda a estar más presentes, a identificar
las posibles influencias, a entender mejor qué mecanismos operan en nosotros además
de la pura voluntad. En definitiva, nos libera.
Si te interesa el estudio citado, puedes descargarlo aquí
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