Yo creo que en la mayor parte de las veces no es un tema de
voluntad. Seguramente tienes voluntad para levantarte cada día a pesar del
sueño, ducharte aunque tengas frío, o trabajar después de comer aunque
preferirías dormir una siesta. Si tienes fuerza de voluntad para estas cosas,
tienes fuerza de voluntad también para las demás.
¿Qué hace que ni nos planteemos fallar en estas tareas? El
sentido de la responsabilidad.
Y, ¿Cuándo consideramos que debemos ser responsables?
Cuando la tarea en sí es importante para nosotros.
Esto nos lleva a
pensar que si no sacamos tiempo para nuestra práctica diaria es porque dentro
de nuestra escala de valores, el autocuidado y la introspección no son
importantes.
Quizá, el objetivo no es tirar de fuerza de voluntad, sino
poner atención en cómo estamos haciendo esa escala, y qué estamos priorizando
en nuestra vida.
Las personas que, aunque sea durante un tiempo, practican o han
practicado alguna vez, saben cómo el estado de bienestar general mejora. Aparece
la capacidad para no verse sobrepasado por los acontecimientos, mayor claridad
mental, y también mayor alegría sin necesitar muchas razones objetivas, y todo
esto hace que seamos, además de más felices, más eficaces.
¿No es lógico por tanto, que en nuestra escala de valores,
el autocuidado suba unos peldaños?
Robin S. Sharma en “El monje que vendió su Ferrari” hace la comparación
con la persona que no se para a echar gasolina porque tiene mucha prisa en
llegar…
Si nos paramos a pensar, quizá lo único importante para
hacer bien las cosas es... estar bien.
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