Zygmunt Bauman, el reconocido sociólogo polaco y creador del concepto de la modernidad líquida, señalaba que “el viejo límite sagrado entre el horario laboral y el tiempo personal ha desaparecido. Estamos permanentemente disponibles, siempre en el puesto de trabajo”.
Hemos llegado a un punto en el que pasamos más tiempo frente a pantallas que frente a otras personas y la velocidad con la que suceden las cosas hace que nos acomodemos a ello -como sea- y sigamos adelante adaptándonos a esa realidad tantas veces incómoda. Efectivamente, la sociedad actual se caracteriza por la aceleración, la sobre-estimulación, la dispersión y la multitarea y, producto de ello, nos hemos vuelto personas estresadas, ansiosas, con prioridades confusas y con relaciones y vínculos muchas veces fugaces y livianos. Incluso la relación con nosotros/as mismos/as ha entrado en una especie de eterna postergación.
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